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Recordando a Roberto Sosa



Jorge Medina García|


En 1977 conocí personalmente a Roberto Sosa, en circunstancias que ya he explicado en una entrevista al paisano, escritor y amigo Albany Flores Garca.


Con Roberto nos hicimos amigos casi de inmediato. Ignoro cómo ocurrió, pero si no es autoelogiarme, diré que los seres afines se entienden rápidamente. Contar con la amistad de Roberto es también contar con la de doña Lidia Ortiz, su esposa eterna, porque ella y Roberto siempre fueron una sola entidad, unida fuertemente por esos filamentos diamantinos que sostienen la majestuosidad de la poesía y del amor esencial.


De Roberto aprendí muchas cosas: la búsqueda de concisión y precisión en las palabras, la coherencia vital, la lealtad a convicciones y amistades, el fervor humanista y el plácido abrazo de la sencillez.


Él, de obra y de palabra, me invitó a recorrer la senda amarga y sin embargo espléndida de la Literatura. De su boca escuché nombres y oficios de celebridades que se acercaron más a mi corazón: Andrés Morris, Eduardo Bähr, Clementina Suárez, Rodolfo Pastor, Hellen Umaña, Benigno Gómez, Ezequiel Padilla, Juan Antonio Medina, Medardo Mejía, entre otros que yo, desde mi juventud, percibí a través de los cristales de la admiración y del respeto.


Me agrada rememorar aquí al Roberto simple y natural, que alejado de los ruidos de la retórica y las abstracciones, la vanidad y la fama, recorría caminando los senderos de nuestro Yoro rural en búsqueda de gallinas indias, miel de abejas, huevos de amor, naranjas y conversaciones campesinas.


Al Roberto que, ya en la capital o ya en Yoro, daba conmigo buena cuenta de un six pack de cervezas brutalmente frías llamando “licenciados” a los meseros, porque estaba jocosamente convencido de que en Tegucigalpa todos ostentaban ese grado del saber. Del Roberto que, sin mayores rencores, pero con desprecio infinito, me contaba la azarosa vida de quienes lo habían herido duramente, como cierto rector, nada magnífico, que lo despidió de su trabajo docente en la UNAH, sin otro motivo más que el de la ideología. Del Roberto que, con el paso del tiempo, devino en el hermano mayor que nunca tuve.


Del Roberto generoso y buena gente, sarcástico oponente, sutil humorista e hijo cariñosísimo que amó hasta la desmesura a su madre, doña Petrona Murillo, y a su padre, don Acisclo Sosa; a quien tuve el placer de conocer, desde mi asombrada niñez, cuando llegó a la escuela una mañana a embrujarnos con la música de su saxofón.


Lo invitaban mucho a eventos de diversa sustancia y procedencia, y una vez me dijo: «La mayoría de esta gente que me invita, justifica la invitación diciendo que es para que me conozcan. Imagínese, ¡cuándo no me conozco ni yo mismo!».


Caminé algunos trechos con Roberto. Una vez, en su casa, celebramos la ocasión de un retrato que le hizo y obsequió Benigno Gómez, quien entre vino y bocadillos se escapó subrepticiamente a traer un trío de guitarristas que nos volvieron exultantes largo rato. No volví a tomar una copa de vino después, sin acordarme de esa íntima reunión.


Por haberlo conocido de cerca y haber contado con su amistad, me considero un privilegiado.


La mañana del día 23 de mayo del 2011, me llamó Manuel Sánchez (extinto poeta yoreño) para decirme que Roberto Sosa había fallecido. Entonces, por primera vez, conocí la desgracia infinita y el inefable dolor de perder para siempre a un hermano del alma.


Que se eternice su memoria, tan pura y tan fraterna, como permanecerá en la mía hasta la muerte.

Yoro, 18 de abril de 2020.






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Jorge Medina García (Honduras, 1948). Es escritor, poeta y profesor universitario. Autor de los libros de cuento Pudimos haber llegado más lejos, La dignidad de los escombros, Desafinada serenata y La oscuridad nuestra de cada día; de las novelas Cenizas en la memoria y Memorial del blasfemo; y del poemario Los versos adversos. Su obra ha sido continuamente reeditada y traducida a diversos idiomas. Es Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” 2019.







Foto: Archivo personal del autor.



Portada: Mural de los poetas de Yoro, Yoro, por @Anto504, @kriz_hn y @vangunshn, junto a @worldvisionhn.



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