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Apuntes sobre la dramaturgia hondureña contemporánea





Alberto Lastra|


A excepción de otros géneros literarios, la creación de textos de teatro en Honduras no ha sido una constante. La reseña de toda la heterogénea producción dramática surgida desde 1979 hasta la actualidad, ha requerido de un seguimiento exhaustivo por su dispersión en épocas, geografías, y pluralidad de ámbitos y propósitos para los que fue concebida: artístico, didáctico, social, comunitario, religioso, étnico, contestatario, entre otros.


A finales de 1978, el Estado clausuró la Compañía Nacional de Teatro y la Academia Nacional de Arte Dramático (fundada por el Maestro Santiago Toffé). Asimismo, el desgate que conlleva la actividad artística y la convulsión social que prevaleció en la segunda mitad del siglo XX, propiciaron la paulatina desaparición de las agrupaciones teatrales que en la década de los setenta se mantuvieron vigentes: TEUM, TOPU, Teatro Popular Universitario, Teatro Testimonio, y el Teatro Infantil de Honduras que dirigía Merceditas Argucia. El panorama del movimiento teatral hondureño era incierto.


Aun así, tras realizar sus estudios de Letras y Teatro en Colombia, el maestro Saúl Toro —egresado y actor del teatro de la Escuela Superior del Profesorado y de la Compañía Nacional de Teatro, catedrático de español, director de escena y pintor— realizó en 1979 la encomiable labor de reaperturar la antigua academia, esta vez, como Escuela Nacional de Teatro (ENTE), y orientada no sólo a la formación actoral, sino a la formación de promotores de teatro; integrándose docentes de alto perfil académico y artístico como Francisco Salvador Aguilar, Emanuel Jaén (padre), Roberto Silva, Manuel Salinas Pagoada, Mario Argueta y Juan de Dios Pineda.


En ese mismo año se organizó el Teatro Taller Tegucigalpa, fundado por Saúl Toro, Emanuel Jaén (hijo), Mario Jaén, Rubén Rivera, Hermes Zelaya, Alejandro Moreno y Moisés Landaverde. En El Progreso, nació el Teatro La Fragua, fundado por el sacerdote jesuita Jack Wagner. Así, nació también la Compañía de Teatro Ekela Itzá, del Director Freddy Ponce. Además, se fundó el Teatro Camino Real que dirigió Isidro España, y el Teatro Universitario Libre de Honduras (TULH) con la dirección del Abogado Roque Germer Galindo.


Otro que emergió fue el Conjunto Teatral Rascaniguas, coordinado por Tito Ochoa Camacho, quien en la actualidad es director del Teatro Memorias. Incentivados por el auge vislumbrado en la escena nacional, se crearon otros grupos en el interior del país: Teatro Yahamala, de Santa Bárbara; Teatro Universitario Medardo Mejía, de San Pedro Sula; y Teatro Los Campeños, de La Lima.

Estos grupos, junto a la Escuela Nacional de Teatro (ENTE), serían parte de la Comunidad Hondureña de Teatristas (COMHTE), fundada el 4 de abril de 1984, con Personalidad Jurídica N° 101, y cuyos objetivos eran unificar, capacitar, promover y proteger a las personas y agrupaciones dedicadas al arte escénico en Honduras. Este gremio desarrolló —principalmente en la década de los 80— una extraordinaria labor con festivales, muestras, congresos, talleres, incontables eventos, etc., lo que determinó un nuevo movimiento teatral.


Rafael Murillo Selva llevó a escena —desde 1979—la obra Louvabagu (el otro lado lejano), partiendo de una rigurosa base de investigación histórica y antropológica. En ella narra la llegada y el devenir del pueblo garífuna a la costa antillana de Honduras. La obra se ha representado durante tres décadas en todo el país, al igual que en diversos escenarios del mundo, por lo que es la obra teatral hondureña contemporánea más reconocida internacionalmente, referente de una nueva forma dramática.


De las obras más significativas de Murillo Selva se mencionan: Creo que nadie es capaz de mentir o el caso Riccy Mabel, Grupo Teatral El Manchen, 1995; Historia de una ceiba, Grupo La Cantera, San Juancito, 2000; Danza con las almas (teatro ceremonial), Triunfo de la Cruz, 1995.


Salvador Lara, —actor del Teatro Universitario, fundador del Teatro de los Diez y de Voces Universitarias, autor de innumerables guiones para radioteatro y figura sobresaliente de la radiodifusión nacional— representó desde los años 60´sobras teatrales de su propia creación, entre ellas: Zompopo, La Tabla de oro; y la comedia La Sonámbula, donde participó el famoso actor Yuyo Soto.


Otro nombre que no se puede obviar es el de César Dávila (maestro de español y director del Teatro de la Escuela Normal Mixta Pedro Nufio), quien desde los años 70´srealiza una importante labor de enseñanza y promoción del teatro, a través de la representación de obras de su autoría como: La muerte de una conciencia, Nuestra Ciudad y, quizá su obra más aplaudida, El estanco.


Es meritorio mencionar a Pedro Vigil Rosales, autor de las obras Dulce Navidad, Día de ánimas, Lempira, El Predicador y La Faja; representadas a finales de los 70´s por un grupo independiente, y dirigidas por el desaparecido actor Juan René Reyes, con la participación de la primera actriz Magda Alvarado y el poeta Alexis Ramírez.


Por otro lado, es oportuno destacar la puesta en escena de la obra Ni Martha ni los claveles, (1968) escrita por Gelasio Giménez. De su trabajo dramatúrgico destacan: Clementina Suárez vive, Esconde el té que tenemos visita o la toma del Palacio Nacional de Nicaragua, La Abuela Cardona, Manicomio, Los cuatrocientos diez años de Tegucigalpa, Los hijos del Maíz, La ciudad de las campanas, Salón de belleza, Los compadres, Más allá de la montaña, El hombre del paraguas; y las obras para niños: La flor que vuela, Tragaluz, y Más vale prevenir que lamentar.


Magda Alvarado (1934-2003), fue una de las más destacadas actrices y directoras de teatro hondureñas. Escribió dos obras de teatro para niños: El Gato Filósofo (1983) y El vivo a señas y el tonto a palos, donde abordó la problemática del mal de chagas. Por otra parte, está la obra Timoteo se educa, pequeña pieza teatral escrita en 1982 por Norma Isabel Arita (actriz del Teatro Camino Real), con los personajes de la obra de Daniel Laínez, Timoteo se divierte.


En la ciudad de Santa Bárbara, Candelario Reyes, egresado de la Escuela Superior del Profesorado, director y promotor cultural, implementó su propia concepción de teatro experimental, conocida como Método de la basura, que fue puesto en práctica por el Teatro Yahamala y el Centro Cultural Hibueras. Éste estaba orientado a un conglomerado rural y campesino. Reyes es creador de piezas dramáticas que resultan un aporte muy singular al teatro hondureño, fruto de una labor innovadora, sistemática y auténtica: Busca mi nombre(1981), A ras del suelo(1984), Bahareque (1985),y su colección de obras, publicadas en 1991: Siete Muecas, Adiós mis flores, La decisión, Trompo tumbador, Novena, El acta, La vuelta, El rufián y El hombre de tusa.


Tito Estrada realizó estudios de actuación en New York, y dirección escénica en Colombia. Con una gran trayectoria en las tablas, entre su considerable y valioso aporte a la dramaturgia se citan la adaptación teatral de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez, trabajada con la Escuela Nacional de Teatro (1983-1984). Un día muy especial, basada en la obra Un orgasmo adulto se ha escapado del zoológico y ha atacado a una monja, de Dario Fo, y publicada en la Revista Paradiso. Igualmente, Aguirre (Premio Nacional de Teatro José Trinidad Reyes 1988), y La montaña. Ha publicado dos antologías que reúnen gran parte de sus obras.


Por su parte, el Teatro Taller Tegucigalpa se ha mantenido vigente desde su fundación en 1979, y es dirigido por el actor y director Mario Jaén; egresado de la ENTE y con estudios en Colombia y otros países. Con una gran tradición teatral y con más de cuarenta años en los escenarios, ha escrito las obras: El tragador (1989), y Canícula. Pero una dama que no puede pasar inadvertida, es Alma Caballero; actriz, directora, autora de teatro, catedrática, investigadora y crítica literaria. En 1977, junto a Francisco Salvador, publicó dos tomos de Teatro en Honduras, que reúnen una breve historia del teatro hondureño y algunos textos dramáticos que permanecían inéditos, siendo hasta ahora la publicación teatral hondureña más significativa.


No pueden quedar sin destacar las adaptaciones teatrales de los cuentos del célebre narrador salvadoreño Salvador Salazar Arrué (Salarrué): La honra, Semos malos y La petaca, reunidos en el espectáculo “Cuentos de Barro”, estrenado en 1986 por Mimoteatro El Ropero, dirigido por el maestro Leonardo Montes de Oca; también autor de los libretos para mimodrama: La Siguanaba (1985), y Reencuentro u otra historia de amor (1986), que protagonizó con mucho éxito.


El maestro Montes de Oca es una de las figuras más significativas del arte escénico nacional. Se inició en 1975 bajo la dirección de Isidro España, realizó estudios en la Academia de Arte Dramático con el Maestro Toffé, en la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue discípulo del maestro de pantomima Caleli, discípulo, a su vez, del mundialmente conocido Marcel Marseau. A su regreso llevó a cabo incontables presentaciones y talleres; sentando escuela. Es poseedor de un vasto conocimiento de escenografía, utilería, títeres, máscaras, zancos, etc.


Javier Espinoza, fundador del Grupo Cacharros y Proyecto Arte, también es director del Teatro del Instituto Hibueras. Editó la única revista de teatro en Honduras: La Mojiganga. De sus textos escénicos tenemos: ¿Qué hacemos con el muerto?, sus adaptaciones del cuento Esas sus palabras mi Teniente, de Roberto Quezada, y El Principito de Saint-Exúpery.


Su servidor, Alberto Lastra, con los Grupos de Teatro Tramoya, Soluna, Teatro del CURLA, estudiantes, iglesias y comunidades, ha puesto en escena obras de su autoría: El caracol aventurero, El payaso, El conejo y una abeja (infantiles), El estado interesante de María, Habeas Corpus, Pliegos y pliegues de independencia, Pasajes Bíblicos, y adaptaciones de textos narrativos.


Antonio Alarcón, es director del teatro del Instituto Central, con el que ha presentado algunas de sus obras, entre la que destaca: Feliz Cumpleaños.


Rafael Amador, es director de teatro del Instituto Jesús Aguilar Paz y del TESPIS de la Universidad Pedagógica. Ha representado las adaptaciones de Prisión verde de Ramón Amaya Amador y de Blanca Olmedo de Lucila Gamero; novela que también fue adaptada por el director de teatro Freddy Ponce, con el Teatro del Instituto María Auxiliadora.


Cuando se conmemoró, en octubre de 1992, el bicentenario del nacimiento del General Francisco Morazán, la Secretaría de Cultura convocó a un festival de Teatro Morazanista. Las obras de teatro de los grupos participantes debían abordar aspectos de la vida del héroe, sus luchas, ideales o las implicaciones históricas de su gesta unionista. Las propuestas teatrales de este festival fueron: Morazan: de la celda al paredón, creación colectiva del Teatro Taller Tegucigalpa, y dirigida por Jean Marie Binoch (francés).


Ese mortal llamado Morazán, basada en la novela El general Morazán Marcha a batallar desde la muerte, de Julio Escoto, y representada por COLECTIVARTES de La Ceiba. Morazán y los brujos, basada en la novela Los brujos de Ilamatepeque de Ramón Amaya Amador, escrita y dirigida por el Maestro Saúl Toro, y representada con la Escuela Nacional de Teatro (obtuvo el premio a la mejor obra del certamen).La tragedia de Morazán, del salvadoreño Francisco Díaz, bajo la dirección de Isidro España, se presentó con el Teatro Camino Real. Alta es la noche, basada igualmente en Los brujos de Ilamatepeque de Amaya Amador y dirigida por el sacerdote Jack Wagner, con el Teatro La Fragua.


Existen, también, algunas composiciones dramáticas sobre Lempira, representadas en actos cívicos escolares o en festividades lencas. En Erandique, se da el caso de la obraLa tragedia de Lempira, escrita por Francisco German Martínez y Adilio Molina Guerrero, del Instituto Departamental de Lempira. Esta obra aparece publicada en el libro Carta de un Lenca (reseña histórica de Erandique). Además, Roger Rovelo, del reconocido Grupo de Teatro Frijolito, en más de una década, ha venido estructurando una obra sobre Lempira en localidades indígenas del occidente del país.

De los escritores que han cultivado el género de la dramaturgia se enumeran a: José Reina Valenzuela, historiador y cronista de Tegucigalpa. Escribió y publicó Cañas: libertador de esclavos, representada en 1966 por la Compañía Nacional de Teatro, dirigida por Francisco Salvador.


Pompeyo del Valle, con la obras —denominadas por él como ensayos dramáticos—La rosa azul, y Un médico de almas, representada ésta última por el Teatro Camino Real con dirección de Isidro España.Por su parte, Óscar Acosta deja dos obras breves de carácter social, escritas en sus años mozos: Los pecadores y El farsante. Además, han escrito teatro José Adán Castelar, apareciendo publicada su obra en la Revista Paradiso (1988); al igual que el poeta Fausto Maradiaga, quien realizó sus trabajos escénicos con el Grupo Teatral Frijolito. El poeta Alexis Ramírez escribió y representó La raya.


El escritor Eduardo Bähr, es autor de importantes textos dramáticos. Egresado de letras, actor de la Compañía Nacional de Teatro, y director del Teatro TESPIS de la Escuela Superior del Profesorado, es autor de Los diez estómagos de Moisés, Mandrágora, y Ventana a la memoria.


Edilberto Borjas, lingüista, docente en la UNAH y en el Instituto Hibueras, donde durante décadas impulsó festivales estudiantiles de teatro en los que participaban colegios de todo el país, y junto al grupo teatral y ecológico de su natal Cantarranas, ha puesto en escena sus propias obras: Ave de Mal Agüero y Viejas Historias contadas otra vez.

En épocas recientes, el renombrado escritor y actor del Conjunto Teatral Rascaniguas, César Rodríguez Indiano, ha incursionado con buen suceso en el género teatral, dirigiendo el grupo teatral La Mandrágora, y representando las obras de su autoría Las travesías de Don Quijote, El juez de las maravillas y El curioso impertinente (esta última aun no representada). Samuel Trigueros, es otro poeta que ha llevado a cabo el montaje de sus obras con diferentes grupos.


Miriam Sevilla Rojas realizó estudios de Arte Dramático en el Conservatorio Nacional de Guatemala. Ha impartido clases en la Escuela Manuel de Adalid y Gamero, en Danlí. En 1981 fundó el Grupo Teatral Danlidense, orientado al teatro tradicional; principalmente con obras del dramaturgo español Alejandro Casona. En 1985 fundó el Teatro infantil y Títeres de la escuela, que con apoyo de organismos internacionales, viajó por el país presentando obras relacionadas con la problemática de la niñez. En 2010 fundó el Grupo de Teatro MAIZALES, integrado por jóvenes, y presentando obras de trasfondo social. Ha publicado los textos: Teatro y poesía en celebraciones cívicas y escolares (1997), Teatro Infantil (2005), Fomentando Valores, teatro y poesía (2010), Los niños y niñas de la calle, La censura de los condenados, Valores y antivalores, Al borde del abismo, Bajo el fango, Luces y sombras, Voces ocultas y Los oprimidos. Y sus creaciones más recientes: Aída (basada en la novela de Lucila Gamero de Medina)y Mundo real y mundo imaginario de Óscar Acosta.


Del teatro que se realiza con gran vocación en el interior del país se menciona a uno de sus infatigables exponentes: Delmer Moreno, director del Teatro La Siembra en Trinidad Santa Bárbara. Año tras año, ha venido organizando el Festival de Teatro Conviviendo con La Siembra, en el que participan grupos artísticos de todo el país. Ha escrito varias piezas dramáticas que ha llevado a escena con sus grupos.


De igual manera, Sandra Herrera, actriz, maestra de teatro y danza, ha venido realizando un trabajo de gran calidad artística en Santa Rosa de Copán, con propuestas teatrales que cuentan historias propias, planteamientos escénicos muy audaces e innovadores orientados al teatro de masas. Es más que meritorio destacar al profesor Dagoberto Napoleón Sorto, que consagró gran parte de su vida a la práctica teatral con el Teatro de la Escuela Normal de La Esperanza, Intibucá. Escribió y representó sus obras con enfoque didáctico.


El recordado Moisés Landaverde, docente, actor y director, con una experiencia previa en diferentes grupos de Tegucigalpa, fundó el Grupo de Teatro Los Campeños, en el Instituto Patria de La Lima. Ahí representó obras de su autoría para sectores populares, estudiantiles y poblaciones de los antiguos campos bananeros.


Entre los autores que recientemente han publicado sus textos teatrales están: Felipe Acosta, actor y director con una prominente trayectoria previa en el memorable Grupo Dramático Tegucigalpa, y en la actualidad con el Grupo Teatral Bambú, cuyo trabajo ha sido inclaudicable en los últimos años. Su primera colección de obras (Teatro) apareció en el 2005: La hora final, Una hora después, Mea culpa y Viernes Santo (de la traición al milagro), y en el 2009, su libro Teatro para jóvenes y no tan jóvenes, que reúne: ¿Quién dijo miedo?, Nada qué hacer, Agua dulce, El pozo encantado, Sucedió en el condadillo, La Sucia, y, quizá su obra más conocida, Chuta Presidente.


Tenemos también a Heber Villatoro, joven egresado de la Escuela Nacional de Arte Dramático Santiago Toffé, actor del Teatro Taller Tegucigalpa y del Grupo Pandas con Alzeheimer. Practica el Teatro clown, malabarismo y teatro callejero. En el 2013 publicó su colección de piezas teatrales Desde el desorden, con las obras: El color de las paredes, No como frutas ni verduras, Leyendas, y Que sigan creciendo las margaritas. Es de resaltar que sus textos poseen una acertada correspondencia escénica y se enfocan en temas sociales.


Resulta considerable la cantidad de textos para teatro escritos en Honduras por los más variados autores desde 1979 hasta el presente, representados o editados en buen número. No se pretende una visión totalizadora de lo escrito, los autores y sus obras aquí descritas son aquellos de los que se tiene registro fehaciente. Quedan por fuera muchos autores no documentados; obras surgidas en centros educativos, teatro de aficionados, etnias, gremios, grupos religiosos, proyectos de ONG’s, así como obras publicadas en libros y revistas que escapan de la memoria y al conocimiento.


No ha sido el rigor literario o el concepto escénico el punto de este enfoque, ya que son categorías que corresponden a la crítica o al análisis. Muchos textos fueron escritos con la inmediatez que las circunstancias exigieron, y en algunos casos, en condiciones adversas y hostiles. No se puede hablar de tendencias, pues se ha escrito libremente. El teatro hondureño posee sus peculiaridades; no ha seguido patrones. En Honduras, como en todas partes, el director de teatro, por regla general—y por las cosas de su oficio— se ha visto obligado a escribir teatro, lo que es enriquecedor para la dramaturgia.


En el caso específico de los certámenes de dramaturgia, únicamente se tienen datos del Certamen José Trinidad Reyes, convocado por la Secretaría de Cultura en 1988 y 1991, y de uno que otro concurso aislado sin continuidad, sin divulgación, y con premios irrisorios.

El Estado, las asociaciones literarias, entes culturales, instituciones educativas o los teatristas—principales llamados a hacerlo—, no han auspiciado concursos que propicien el cultivo de la dramaturgia, que junto con talleres dramatúrgicos impartidos por expertos, impulsen el teatro y la dramaturgia en todos los niveles, principalmente en la Escuela Nacional de Arte Dramático Santiago Toffé.

El teatro va más allá de lo que comúnmente se cree es su función: divertir, entretener, educar, etc., se trata de la idea de algo trascendente; despojarse de lo rutinario, aproximarse a un fuego sagrado y experimentar la vida de una manera menos prosaica, es, en definitiva, la naturaleza del arte.





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Alberto Lastra (Honduras). Fue poeta, maestro, actor y director de teatro.

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